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La decadencia de la Monarquía hispana siempre se ha identificado conel reinado de Felipe IV y ese proceso histórico se ha interpretadodesde planteamientos prioritariamente económicos y desde un punto devista castellano, insistiendo en el retroceso militar que experimentóen Europa. Para justificar esta evolución, los historiadores no handudado en acusar al monarca de ser un personaje abúlico y amigo delplacer y la diversión más que del trabajo, extrayendo talescaracterísticas, incluso, del semblante con que aparece en losnumerosos retratos que le hizo el gran Diego Velázquez. En nuestraopinión, la interpretación que se ha dado al reinado es simplista yunidimensional. Por lo que se refiere a Felipe IV, defendemos que fueun rey burócrata como su abuelo (así lo testimonian los documentos), y la expresión de sus rasgos faciales bien pudiera ser fruto del sereno estoicismo y la espiritualidad radical (que el monarca practicó) ante la impotencia y soledad con que se tuvo que enfrentar a los durosproblemas por los que atravesó la Monarquía. En este sentido, espreciso recordar que toda su vida se desenvolvió en la adversidad ynunca perdió la compostura humana ni tampoco la política en orden amantener su Monarquía, lo que contradice la opinión de falta devoluntad.La decadencia de la Monarquía hispana se debe interpretar como una"crisis de identidad". Ni cumplía ya la función que había tenido ensus orígenes (siglo XVI) ni defendía los proyectos políticos de laselites sociales que la habían fundado. Su configuración (basada en laagregación y yuxtaposición de reinos, que mantuvieron sus respectivascasas reales como núcleo de organización) resultaba ya inviable, puesla Monarquía se había forjado sobre el poderío de un reino (Castilla)con una organización cortesana extranjera (casa de Borgoña). Felipe IV fue consciente de que era imposible modificar esa estructura, por loque trató de "reconfigurar" las cortes virreinales y sus relacionescon la corte de Madrid.Desde el punto de vista ideológico, la identidad con la que elconjunto de reinos y territorios que conformaron la Monarquía hispana, se presentó de cara al exterior estaba fundamentada en eluniversalismo de la religión católica ("Monarchia universalis"),basada en la tradición castellana, que el monarca aplicaba de acuerdoa sus intereses políticos y -si era preciso- sobre la jurisdiccióneclesiástica. Durante el siglo XVII, el Papado consiguió subordinar la política de la Monarquía a sus intereses, imponiendo una religiosidad y una cultura dirigida por el pontífice, lo que inevitablementeprodujo un cambio en su justificación: la "Monarchia universalis" seconvirtió en "Monarquía católica". Esto significó el rechazo de losideales castellanos por una tradición común con la otra rama de losHabsburgo bajo la devoción a la Eucaristía, como había querido sufundador el duque Rodolfo, es decir, la dinastía en su conjuntolucharía por la defensa de la religión católica (definida por Roma)sin que la Monarquía hispana obtuviera contraprestación material oconquista alguna.Tras la paz de Westfalia, Felipe IV (al igual que sus servidores)comenzó a darse cuenta de que el concepto de "Monarquía católica"carecía de contenido y de eficacia política. Es preciso recordar quela unión de la Monarquía católica y el Imperio ya no se considerabauna "comunidad política" ni tenía intereses y proyectos religiososcomunes. Ni siquiera Roma, cuando se refería a la Monarquía hispana,le otorgaba el contenido político y el significado religioso que había representado la Monarquía católica durante la primera mitad del XVII. El propio Emperador (la otra rama de los Habsburgo) no lointerpretaba ya de esta manera ni consideraba que, en unión con larama de la dinastía de Madrid, constituían el baluarte de la Iglesiacatólica, es más, no estimaba a la Monarquía católica como un aliadode garantía en la lucha política que mantenía en el continenteeuropeo, como lo demuestra el acuerdo que llegó a establecer con LuisXIV, tras la muerte de Felipe IV, para repartirse los territorios endisputa. La Monarquía católica se convenció de que su decadencia consistía enel declive de la dinastía hispana de los Habsburgo en Europa, perotomó conciencia de que su auténtico poder e influencia estaba en suImperio americano. A finales del reinado de Felipe IV (y sobre todo en el de su hijo Carlos II) se percibe una reestructuracióninstitucional que daría lugar a una Monarquía basada en unaconstitución nueva.
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